Dietas. De todos tipos, con todos los objetivos que podamos pensar. Pero...¿cual es su validez? Para mi modo de ver...relativo. Excepto, naturalmente, cuando existen patologías que aconsejan la ingesta o no de un determinado alimento.
El ser humano es omnívoro, y por lo tanto, puede comer de todo. Hay tribus que viven comiendo solamente carne o pescado, en zonas árticas. Otra gente son prácticamente frugívoros, con dietas muy frugales. Otras culturas se basan casi en un producto: el arroz es la base de la alimentación de muchos pueblos de Asia...preparado en decenas de variantes, pero arroz siempre...
Por lo tanto, además de los alimentos ingeridos, nuestra capacidad de asimilación depende de nuestra genética. Hábitos adquiridos durante siglos por nuestros antepasados determinan nuestra tolerancia actual.
El ser humano puede comer de todo: en cantidades razonables, nada en exceso. El problema surge a partir de las standarizaciones médicas de parámetros metabólicos, como la presión sanguínea o los niveles de lípidos en sangre. Establecer normas es siempre arriesgado. Y cuando estas normas están sujetas a continua revisión, debido a intereses de mercado...priva entonces nuestro criterio, además del criterio profesional.
Seamos sensatos, sintamos lo que nuestro cuerpo pide, vivamos lo más cerca posible de los recursos naturales, cultivemos nuestros alimentos...y todo vendrá por añadidura. Os dejo una interesante referencia sobre la dieta alcalinizante de elconfidencial.com. Pincha aquí para ver el artículo completo.
"No se puede sustituir la cirugía por dicha alimentación. Hay
quien ha considerado a Young un charlatán y un timador –sus
desencuentros con la justicia americana son tristemente habituales–
puesto que su promesa de que la dieta mantendrá a raya todas las
enfermedades posibles es absolutamente irreal. Las ideas de Young parten
del hecho científicamente probado de que las células cancerígenas se
desarrollan con más facilidad en soluciones ácidas, pero ello no justifica toda la teoría de Young, que defiende que todas nuestras enfermedades derivan de una mala alimentación.
Otros
críticos de la dieta mantienen que no hay evidencia suficiente de que
los niveles de pH de la sangre puedan ser alterados a través de lo que
comemos. Por ejemplo, aunque sus defensores señalan que el nivel de
pH se puede medir a través de nuestra orina, los detractores recuerdan
que el pH de esta no tiene que ver con el del resto de nuestro cuerpo.
Un cambio en la alimentación sólo afecta a la orina, no a la sangre,
cuyo nivel de pH sólo puede averiguarse a través de un análisis."
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