Ayer,
con unas lonchas de jamón de York y otras de queso que subió mi maridín
del pueblo, hicimos unas deliciosas crêpes crujientes. La masa, nuestra
sencilla mezcla de harina, agua y especias. El secreto de que quede
crujiente al máximo es dejarla muy muy fina, extendiéndola lo más
posible con el rodillo. Y luego freirlas en aceite bien caliente.
De igual manera, las crepes pueden rellenarse con lo que se quiera: por ejemplo, con una samfaina, unas espinacas, un estofado de taquitos de carne...esto se deja a la imaginación. Lo que nos gusta es que sirven como plato único, aunque deben complementarse con algo más...por ejemplo, un matón de arroz blanco. O sea, que el menú quedaría como sigue:
Desayuno: un vaso de zumo de naranja y una rebanada de pan untada en mantequilla y miel.
Comida:
*primer plato: matón de arroz blanco, aliñado con un chorro de aceite. Así de sencillo.
*segundo plato: crêpes rellenas de jamón y queso, aunque pueden rellenarse con lo que guste.
*postre: una naranja.
A media tarde: una infusión de tomillo endulzada con miel.
Cena: una rebanada de pan con miel y un puñadito de nueces.
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